Acabamos de escuchar a nuestro Diputado Foral de Medio Ambiente, señor Asensio, pregonando, en su afán por construir un futuro mejor para Gipuzkoa, la creación de, nada menos, un Instituto para el Cambio Climático. Además de ser puntero en Europa ¡cómo no! nos llevará a una economía verde y teñirá nuestro futuro del color de la esperanza.
Como no queremos ser malpensados --puediera ser una casualidad--, al tiempo que el Diputado proclama su invención, nuestros montes están cambiando de color: del oscuro casi negro del pino están mudando al azul claro del eucalipto australiano. Pobre pino: tan querido como ha sido, ahora que le atacan toda clase de plagas y desgracias, reniegan de él y lo abandonan a su suerte.
Eucaliptos ardiendo |
No importa que, tras la catástrofe que ha asolado sus árboles y sus habitantes, el gobierno de Portugal haya decidido prohibir nuevas plantaciones de eucalipto, o que hasta la Audiencia Nacional española dé por bueno que estamos plantando una 'especie exótica naturalizada y en expansión, con alto riesgo de invasión y muy peligrosa para el mantenimiento de la biodiversidad y la funcionalidad de los ecosistemas'.
El daño ecológico va mucho más allá en el caso de ciertas especies, como los anfibios, dado que pinos y, sobretodo, eucaliptos afectan de forma muy importante a su ciclo vital, según muestran los trabajos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
Pero eso no va con nosotros: la misma Diputación subvenciona ahora la matarrasa de los pinos que ya son demasiado viejos y hace la vista gorda con la plantación de eucaliptos; ni siquiera pestañea cuando se plantan en Espacios Naturales Protegidos, como Aiako Harria, Izarraitz o Arno.
El daño ecológico va mucho más allá en el caso de ciertas especies, como los anfibios, dado que pinos y, sobretodo, eucaliptos afectan de forma muy importante a su ciclo vital, según muestran los trabajos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
Pero eso no va con nosotros: la misma Diputación subvenciona ahora la matarrasa de los pinos que ya son demasiado viejos y hace la vista gorda con la plantación de eucaliptos; ni siquiera pestañea cuando se plantan en Espacios Naturales Protegidos, como Aiako Harria, Izarraitz o Arno.
Que los bosques absorban el 25-% de las emisiones de gases de efecto invernadero o que los bosques autóctonos almacenen el doble de carbono que las plantaciones de eucaliptos no debe tener, por lo visto, importancia para los promotores del flamante Instituto. Ya nos dirá el Diputado cómo pretende llegar a la meta europea de reducción del 80-% de emisiones para 2050... sin bosques. Biodiversidad y ecosistemas, a lo que se ve, no debemos de tener por aquí. ¿Tendremos que esperar, como en Portugal, a las lamentaciones para corregir una política forestal que sólo obedece a la desidia de los responsables y la codicia de unos pocos?
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